La tradición vinatera del Aljarafe arranca en tiempos lejanos y hay vestigios en la comarca que apuntan cómo ya en la época de los romanos se elaboraba en esta tierra vino joven y afrutado, de textura densa y color pálido amarillo. Fue esta antigua civilización, que tanta impronta dejó en nuestra provincia, la que comenzó a fermentar estos caldos en barricas de roble. A pesar de los cambios que ha experimentado la comarca, esta tradición perdura hasta nuestros días.
De las numerosas hectáreas plantadas con vides se obtenía el vino sin fermentar: el mosto. En su mayor parte, era enviado a las bodegas de Jerez, donde servía de base para la elaboración los vinos de esa ciudad.
Cuando los vinos de Jerez obtuvieron la Denominación de Origen en los años setenta, los productores del Aljarafe se encontraron con un excedente de uva al que dar salida. Grandes extensiones de vides fueron arrancadas para ser sustituidas por olivos; sin embargo, otras permanecieron y dieron lugar a un boom del mosto del Aljarafe.
A pesar de no contar con el reconocimiento de Denominación de Origen, ni con la IGP o «Indicación Geográfica Protegida» (el paso previo), el mosto del Aljarafe es esperado con expectación en noviembre de cada año, cuando se empieza a degustar tras haber fermentado y encubado durante unos cuarenta días. Su graduación es de unos 11,5º. La Palomino, la Zalema, la Airén, la Pedro Ximénez y la Garrido son algunas de las uvas más utilizadas en su elaboración. Para reconocer un buen Mosto, habrá que observar su color pálido como el agua. Si es de uva Zalema, tendrá un brillo aterciopelado. Si es de uva Garria, tendrá un brillo completamente cristalino. En todos los casos emanará un discreto olor a manzanas.
Una curiosidad: aunque lo llamemos mosto, realmente no lo es. El mosto es el primer caldo de la uva pisada o prensada antes de su fermentación y lo que comenzamos a beber en noviembre es el mosto de uva ya fermentado y encubado durante unos cuarenta días.
Ahora bien. Aunque mi viaje en este mundo infinito del vino recién ha empezado (un par de años me contemplan) me da a mí que hay una cierta parte del sector que no se está enterando de la película. Y hablo de las inevitables "Redes sociales".
Estando ya inmersos en pleno siglo XXI se me antoja extraño que haya bodegas de las que o bien no existen referencias en internet o las que hay se remontan a la era postpandemica (2016 a 2019).
No hablo ya de que tengan que incluir en sus filas a blogeros o community manager, pero hoy por hoy el boca o boca te sirve para vender unas pocas botellas ovasos de vino o mosto a los conocidos. Pero si algo he aprendido en estos meses es que ese mundo del bodeguero con lo que la viña ay la elaboración conlleva es demasiado duro para quedarse en aguas de borraja.
Internet es la primera fuente de consulta de información sobre empresas y productos. La posibilidad de hacerlo en cualquier momento a través de nuestro teléfono móvil, ha resultado el factor definitivo.
El 53% de los usuarios admite que consulta información en redes sociales antes de realizar una compra en internet. Esta cifra aumenta hasta el 73% si nos centramos en la Generación Z (entre 18 y 23 años). Un 80% del total, admite que si no encuentra la información que busca, no la intenta conseguir en ningún otro medio.
No estar en redes sociales es perder ventas.
Hay una frase demoledora: Estar cuesta muy poco... Quedarse fuera puede salir muy caro
Las redes sociales suponen una ventana para dar a conocer los vinos, pero también la forma de trabajar, los métodos del día a día. Es una oportunidad impensable hace unos años y que puede acercarlos a los clientes.
En este sector, la primera venta a través de Internet se torna complicada, teniendo en cuenta que, aunque sea cuestión de tiempo, hoy, es imposible degustar, oler o tocar un vino a través de una pantalla. Por esta razón, mostrar los procesos, opiniones y la forma de trabajar es fundamental para que se conozca el producto.
Como ejemplo me he querido centrar en el Aljarafe , zona en la que resido, porque encuentro restos y migitas de pan que me van llevando a descubrir ciertas bodegas casi inexistentes a los ojos del público sólo conocidas por los viejos del lugar. Que eso ha funcionado en estos años? indudablemente, pero la diversidad tanto de productos como de clientes es tan grande que o se renuevan en las formas o el tiempo implacable dictará sentencia.
Ahí dejo la pregunta: Redes sociales y el mundo del vino... Una opción o una obligación?
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